El premio fue para Milagros Borio, de 7º B, y su cuento "LA MISIÓN". Aquí pueden conocerlo:
Sofía era una chica común, de campo, que vivía en una
casa humilde junto con sus abuelos. Sus
padres habían fallecido en la ciudad, en un accidente automovilístico, cuando ella
era apenas un bebé, y los parientes más cercanos eran sus abuelos de campo. Sofía nunca se había imaginado que en la parte
más silvestre de las sierras bajas, de las que su hogar no estaba tan lejos,
vivían seres extraños, nunca vistos por la sociedad o vistos... por unos pocos.
Un buen día, cuando Sofía cumplió los once años, fue
sola por primera vez a las sierras para
llevar sus cabras a pastar. Para su mala suerte, el cielo se tornó de color gris y
una ráfaga de viento fuerte le impidió ver el camino. Intentando caminar sin
ver absolutamente nada, Sofía tropezó y, al caer, se golpeó muy fuerte la
cabeza quedando inconsciente.
A la mañana siguiente, despertó en una casita donde
todo era más chico de lo normal, pero ella no le hizo caso. Solo quería saber dónde
estaba, y qué hacía ahí. Todo era de madera, ¡como si estuviese en el tronco de
un árbol! Caminó por aquella casita siguiendo unas voces que
provenían de una especie de recibidor, todo de madera. Sofía saludó amablemente, y la gente respondió a su
saludo, pero notaba algo raro en aquella gente tan amable que la había
hospedado.
Hasta que se
dio cuenta de que tenían un parecido a un dibujo de uno de los tantos libros de
cuentos de hadas que Sofía había leído.
Hablaron largo rato, al parecer eran una pareja. Ellos
decían ser duendes, y como Sofía había leído muchos cuentos de fantasía, no
pensaba que pudieran estar mintiendo, aunque, sinceramente, estaba muy
confundida.
Le ofrecieron algo de comer y le dieron un paseo por
todo el bosquecito donde conoció a muchas criaturas extrañas, hasta a una chica
llamada Julia Butterfly Hill, defensora de la naturaleza que vivía en un árbol desde
hacía dos años. Más tarde la ayudaron a llegar a su casa, sus abuelos la habían
buscado por todas partes y estaban contentos de haberla encontrado. Le preguntaron cómo había hecho para volver y por qué
se había extraviado, pero ella mintió diciendo que se había perdido y que no
había dormido en toda la noche hasta encontrar el camino.
Como prometió, se levantó, desayunó y se fue a
“pasear” por el bosque, e hizo todo como
los “duendes” le habían indicado para llegar de nuevo a la parte “fantástica”
del bosque.
Llegó, tocó el tronco haciendo que saliera de él un
sonido hueco y la recibieron sus amigos, pero esta vez la habían llamado para
que ella los ayudara.
-
Necesitamos
ayuda de un humano que crea en nosotros - dijo con seriedad la pequeña
mujercita.
-
Te
necesitamos - recalcó él.
Le contaron muchas cosas extraordinarias sobre la naturaleza
ya que su misión era protegerla, pero sabían que esta vez no iban a poder hacer
nada porque venían con máquinas, y la única forma de detener la destrucción era
con su ayuda. A ella le parecía
imposible: ¿Cómo tan solo con 11 años iba a impedir que talaran un bosque? Con mucha pena se fue.
A la mañana siguiente, despertó con unos ruidos muy
fuertes. Al asomarse a la ventana, vio cómo unas máquinas se acercaban a las
sierras y corrió sin importarle estar con ropa de dormir. Se paró frente a ellos y tuvieron que apagar las
máquinas. Con vergüenza pero firme, Sofía se hizo escuchar.
- No pueden talar estos árboles, cada uno de ellos
tiene cientos de años, seres extraordinarios viven ahí y muchos pájaros,
ardillas, topos, zorrillos, búhos, águilas, tienen sus
casas. Además, ¡Talar árboles
sin una eficiente reforestación resulta
en un serio daño al hábitat! Sin los árboles no viviríamos porque
ellos nos proporcionan el oxígeno. En muchos
países la deforestación causa extinción, cambios en las
condiciones climáticas, desertificación… Una tercera parte del total de la
tierra está cubierta por bosques, estos han sido explotados durante hace años
sin una real conciencia del daño a nuestro ecosistema.
Al oír esto los trabajadores, emocionados, estuvieron de
acuerdo y se fueron. Salieron de su casa sus amigos, a los que abrazó. Ellos le
dieron un regalo… era una bolsita. Le explicaron que la abriera cuando
estuviera en problemas, que eso iba a ayudarla.
Cansada, Sofía volvió a su casa y se echó a dormir feliz. En
sus sueños se despidió de sus amigos. Al despertar volvió para ver si estaban,
pero no había rastros de nadie. Una suave brisa pareció darle las gracias y
Sofía comprendió que ellos solo habían venido con una misión: proteger a la
naturaleza.